Sobre la sensualidad y la culpa

La sensualidad como atracción

La pieza se encuentra a una altura considerable y cuelga de la pared. Es una estructura de metal o material similar, compuesta de dos brazos que sostienen una viga en forma horizontal. En uno de los extremos se apoya una simple lata de metal. Al otro extremo cuelga de la viga una soga blanca y fina, como un piolín, y a su vez un anillo dorado cuelga de ésta. El equilibrio que articulan estos dos objetos en el conjunto total de la pieza se percibe casi al instante. Como contrapunto a este equilibrio, su ubicación, de una altura por demás exagerada, anulan la aparente funcionalidad del objeto (colgar cosas), convirtiéndolo así en algo extraño y complejo, aunque a la vez simple y puro. Aquello que atrae es inalcanzable, utópico, está vacío, no tiene peso. Sólo basta con una leve brisa de viento para que  todo se derrumbe como un castillo de naipes.

La culpa como obstáculo.

Dos escaleras están ubicadas una al lado de la otra en forma vertical sobre la pared. Son de madera y presentan cinco peldaños cada una. Se puede afirmar sin ninguna duda de que son exactamente iguales. Hasta aquí la descripción podría pertenecer a una escalera común, a un objeto más de la vida cotidiana. Sin embargo, la incrustación de un bate en el quinto peldaño de cada escalera, colgando en línea horizontal, rompe con la pretendida familiaridad del objeto. Los preconceptos sobre su funcionalidad y simbología quedan descartados. De hecho, cabe preguntarse si estos dos objetos son en realidad dos escaleras. Para reafirmar la ruptura, dos cadenitas de plata cuelgan del ante ultimo peldaño. Estas son finas y delicadas, manteniendo la línea armoniosa y pura de las formas y  los materiales. Otra vez el desconcierto, la aparente simpleza que esconde lo siniestro, lo oscuro de la noche. La atracción se ve limitada por la culpa, por el obstáculo de no poder ascender más allá del deseo.

Lo que quedó de la noche es lo que no se puede ya decir con palabras. Es el ojo del huracán. O la calma que precede a una nueva tormenta. La sensualidad y la culpa son resabios de una sublimidad que paraliza. El día es solo una tregua, porque la noche, siempre latente, inconmensurable, volverá una vez más.

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